sábado, 20 de agosto de 2011

Dime lo que escribes....

CINCUENTA Y UN DIAS, CINCUENTA  NOCHES.

Rumbo: sur-sureste.
Velocidad: la justa y necesaria.
Viento: ninguno.
La falta de viento está dificultado el avance.









Ahora el invierno de nuestro descontento se vuelve verano con este sol de York; y todas las nubes que se encapotaban sobre nuestra casa están sepultadas en el hondo seno del océano.

Ricardo III ( Acto I, Escena I).
William Shakespeare.



Ya comentamos un día que las emociones no descritas por D.Shakespeare es que no existían, sin embargo no tenemos referencias de los vicios ocultos de D. William.
 Probablemente fumara,  como todo el mundo.
Es más no pasa ni un año sin que de nuevo salte la noticia de que Shakespeare podría haber sido consumidor de marihuana.
En esta ocasión el motivo es que un antropólogo sudafricano –Francis Thackeray, de la Universidad de Witwatersrand, en Johannesburgo– ha pedido permiso para abrir la tumba del escritor inglés y hacer pruebas que le permitan determinar de qué murió y, ya puestos, qué fumaba. Para saber todo eso necesitan su esqueleto: sobre todo, su dentadura, pero también uñas y pelo. Thackeray detecta en los textos de Shakespeare referencias ambiguas, y una alusión a la “famosa hierba” muy sospechosa. En una anterior investigación suya sobre Shakespeare, encontró evidencias de marihuana (y residuos de cocaína) en unas pipas halladas en el jardín del escritor.





George Washington ( quién lo diría).






Muchos personajes que la buena gente mira con admiración era consumidores de sustancias ahora ilegales.


 George Washington  antes de salir en los billetes de un dolar, era habitual consumidor de marihuana.





Pero como estabamos hablando de Shakespeare, vamos a ceñirnos a los escritores ( de la auténtica personalidad de Shakespeare espero hacer otra entrada).

 Los literatos, son quizá el colectivo que con más fruición se han encargado de anegar su cerebro con sustancias "toxicas".

William Faulkner

Edgar Allan Poe, William Faulkner y Ernest Hemingway lograron ser alcohólicos contumaces.

Phillip K. Dick tomaba anfetaminas, en concreto semoxidrina. Allen Ginsberg, ácidos. Antonin Artaud y Aldous Huxley, mezcalina, igual que Ken Kesey, que escribió Alguien voló sobre el nido del cuco bajo su efecto. Kesey alternaba la mezcalina con el ácido y el hachís.



En cambio, Jean-Paul Sartre la compaginaba con las anfetaminas, y su rastro (el de las anfetas) es evidente en La náusea, sobre todo en la percepción resbaladiza que de los objetos tiene Antoine Roquentin. Quienes también se dedicaban al hachís (pero no a las anfetas, ni al ácido, evidentemente), eran Arthur Rimbaud y Charles Baudelaire.


Arthur Rimbaud. Gran poeta, tan joven y tan pendejo




El opio queda hoy como más antiguo, pero a él se aplicaron con tesón Thomas de Quincey, Samuel Taylor Coleridge y Jean Cocteau.

 A la cocaína, Stephen King y Robert Louis Stevenson, que escribió El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde encocado y en un pispás. A la marihuana, Thomas Pynchon y William Burroughs. Este último sólo la usaba para corregir textos, porque en la vida diaria, lo suyo era el caballo. Lo de Jack Kerouac, en cambio, era la benzedrina, además de la marihuana y, por supuesto, el alcohol. ¿Y Hunter S. Thompson? Pues, Hunter S. Thomson, de todo: marihuana, éter, cocaína, mezcalina, ácido… Al lado de perillanes como esos, Shakespeare era un aprendiz.

Con modelos así, no me extraña que las campañas publicitarias que los gobiernos organizan para fomentar la lectura entre los jóvenes sean siempre horrorosas. Para mí que lo hacen a posta, para mantenerlos alejados del peligro.


Fuente: La Vanguardia Magazine.- 15.07.2011



En cuanto a mí,  que obviamente nunca llegaré a ser ninguna escritora, me han quitado uno de los pocos vicios que tenía y pardiéz, si que lo hecho de menos. Aún,  de forma pertinaz y constante, cada minuto en que soy conciente y ahora también en sueños. No sé cuándo terminará la desazón y la tortura.
No sé cuándo podré verme libre de esta esclavitud para forjarme otra, cualquiera, aunque seguro que también perniciosa.

A D. Ramón Maria del Valle Inclán su médico le recomendó marihuana para aliviarle sus dolencias respiratorias, Ruben Dario escribía odas y odas a las pipas con la hierba.



Octavio Paz no hizo poesía de su experiencia drogada pero escribió sobre el tema en varios de sus artículos. En 1967 dijo que la droga estaba vinculada a la poesía porque, como ésta, había alcanzado en la modernidad su autonomía, y había dejado de ser servidora de la religión o de la filosofía para explorar el universo por cuenta propia.
El poeta recurre a ellas porque tiene ansias de infinito.



No creo yo que tanto argumento literario convenza a mis médicos, para recetar semajantes alivios, aunque estamos aquí para intentarlo.



A falta de tratamiento ni cura para estos males mios, vamos colocando parches y remiendos, una sonrisa, una nota de apoyo, una canción, un poema.....





Todo lo contrario

Colecciono pronósticos
anuncios y matices
y signos
             y sospechas
                               y señales

imagino proyectos de promesas
quisiera no perderme
un solo indicio


ayer
sin ir más lejos
ese ayer que empezo siendo aciago
se convirtió en buen día
a las nueve y catorce
cuando vos
inocente
dijiste así al pasar
que no hallabas factible
la pareja
la pareja de amor
naturalmente


çno vacilé un segundo
me aferré a ese dictamen


porque vos y yo somos
                                    la despareja


             Mario Benedetti.





Los fumadores de tabaco comienzan, desde aquí abajo, su noviciado para el infierno, donde se necesita estar muy acostumbrado al humo.

FRANCISCO DE QUEVEDO


 


                       


                    AC/DC-HIGHWAY TO HELL