martes, 31 de enero de 2012

Siempre nos quedará París.

Son las gaviotas, amor.
Las lentas, altas gaviotas.

Mar de invierno. El agua gris
mancha de frío las rocas.
Tus piernas, tus dulces piernas,
enternecen a las olas.
Un cielo sucio se vuelca
sobre el mar. El viento borra
el perfil de las colinas
de arena. Las tediosas
charcas de sal y de frío
copian tu luz y tu sombra.
Algo gritan, en lo alto,
que tú no escuchas, absorto.



Son las gaviotas, amor.
Las lentas, altas gaviotas
.

Ángel González (Oviedo 1922- Madrid 2009).



Poeta del compromiso, como el propio Ángel González se encargó de aclarar, su poesía responde a que fue "larga y prematuramente adiestrado en el ejercicio de la paciencia y en la cuidadosa restauración de ilusiones sistemáticamente pisoteadas".







Un icono, una referencia y un culto.
Siguiendo al poeta cada día son más las reparaciones que hay que efectuar en el alma asediada para poder salir a flote en este doliente país nuestro.




Cada día una nueva mala noticia, un nuevo ridículo del memo que gobierna y sus secuaces (el adjetivo no es mío, se lo he robado a mi madre), una nueva mentira y un  nuevo retroceso. La divisa parece clara: " cambia para que nada se modifique". Cambia para que este país siga anclado en sus errores finiseculares, incluyendo  su doctrina pacata y latifundista. Cómo si todos fuéramos idiotas. El que debe ser muy listo es el presidente de Finlandia que debe entender perfectamente el castizo castellano en el que le habla Mariano.


¿Habeis visto alguna vez algo más horrendo?
Además con falta de ortografía

No sé si somos conscientes de que cuándo Bélgica o Inglaterra, por ejemplo, estaban inmersos cambiando el mundo en una revolución industrial, dando lugar a la civilización que sostenemos, en este país de nuestras entretelas nos dedicábamos a cultivar la maltrecha tierra con el arado romano y los métodos del siglo XI de nuestros ancestros árabes.
Es decir, mantenemos un retraso histórico de unos 150 años, tirando por lo poco, con respecto al resto del personal europeo. Y seguimos igual, sin ningún tipo de tejido industrial, burguesía cultivada ni empresarios medianamente inteligentes ( lo pocos que ha habido lo han debido hacer fatal, o a las pruebas me remito) por falta de costumbre, supongo, de hacer otra cosa que no sea llevarse el dinero crudo.






Sin embargo, entre quijotes y donjuanes, hemos demostrado que algunas cosas sí somos capaces de hacerlas bien: exportamos naranjas y otras frutas, hacemos buen vino y buen aceite. Tenemos imaginación y algunos tienen duende y tenemos un gran capital que explotamos fatal, pero fatal, en el inmenso poderío turístico de este nuestro país.
¿ Porqué no potenciamos estas nuestras cualidades, a la que vamos rellenando, con paciencia y con sentido  nuestras otras carencias?
Menos mal que el mundo se acaba, según los mayas, ya mismo, en Diciembre de esta año, con lo que nos vamos a ahorrar  soportar otras muchas imbecilidades.



Debe ser que no fumo, debe ser el medio siglo. Me están sucediendo dos cosas simultáneas; cada vez tengo más mala leche y más añoranza.
Más ácida mirada y más socarroneria, más acritud y más nostalgia.



Lo de la añoranza debe ir incluido en el cambio de decenio, aunque creo que con los 40 no me pasó. También las circunstancias eran otras.

Añoro, más que mi juventud, que creo que no he perdido del todo, la liberalidad, el aperturismo de los años 70 y 80. La esperanza, el anhelo de libertad y la necesidad de anarquía que yo entonces sentía y que aún siento en lo más profundo, aunque de cara a la galería siempre he mantenido una imagen más o menos convencional.
Que poco tiene que ver lo que manifiesto con lo que siento.
 Pero es mi eterna contradicción, supongo que cada uno mantiene la suya.
Porque yo mantengo mi dualidad con todo el cariño, cada día más profundo, porque cada día me siento más rebelde y menos acomodada.


Yo lo noto: cómo me voy volviendo
menos cierto, confuso,
disolviéndome en el aire
cotidiano, burdo
jirón de mí, deshilachado
y roto por los puños
Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!

Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.

Ángel González.


 Cómo homenaje a mi nostalgia.






Y la canción que terminó con mi tontuna adolescente.
 A lo mejor algún día explico porqué (harán falta unos cuántos gintonic para que pueda contarlo, incluso al blog).



Cada día nos hace más falta París.

Hasta otra.

1 comentario:

pabeledo dijo...

Ademas de Paris,nos hace falta mucha paciencia,para resistir lo que se nos viene encima,el otro dia decia Bunbury, ¿que se puede esperar de un pais que se pone en manos de un notario de Pontevedra? yo tambien pienso lo mismo.entre la indignacion y la ausencia de tabaco,nose si irme a Islandia o a Iran, porque, mira que es mala pata vivir en la ciudad,gobernada por Botella,Esperancita y Marianita.no lo puedo soportar.voy a tener que volver a las drogas o el alcohol.Besos