Todo lo que por tí vi
-la estrella sobre el aprisco,
el carro estival del heno
y el alba del alhelí-,
si me miras, para tí.
Lo que gustaste por mí
-la azucar del malvavisco,
la menta del mar sereno
y el humo azul del benjuí-,
si me miras, para tí.
RAFAEL ALBERTI
Rumbo: intentamos seguir a flote ( no como otros) e intentamos con denuedo conservar el ánimo sur.
Velocidad: lentos pero seguros.
Vientos: de componente norte, obligan a cuidar del aparejo y arriar el velamen; no siempre. A veces hay que arriesgarse.
Aunque es de todos conocida mi nula capacidad para la aritmética y la numerología, haciendo un ímprobo esfuerzo, he conseguido contar de nuevo los días: 201.
Cifra del todo respetable a fe mía, que constata el tiempo transcurrido de alejamiento del vicio maligno.
Sobrepasadas las dos centurias de días, 4824 horas, 289.440 minutos, 17.366.400 segundos de abstinencia, quizá sea tiempo de balance.
A saber:
- Superada de forma definitiva, espero, la etapa nauseosa, como de embarazo ficticio; hecho que además de suponer un considerable alivio, deber ser secundario al definitivo abandono de las pastillas benditas para la deshabituación. Porque por fín, las he dejado, lo que también ha supuesto una mejora para el tambaleante presupuesto mensual ( cuestan una pasta).
- La recuperación del olfato, en pleno desarrollo, lo cúal, como ya se ha comentado más de una vez, tiene más inconvenientes que ventajas en el medio en el que me desenvuelvo. Otra cosa sería si tuviera una tienda de flores, actividad a la que no descarto dedicarme en un fúturo más o menos próximo, visto el panorama general.
- Considerable mejoría de la disnea y de la tos. La codeina es historia. Supongo que del mismo modo, habrán disminuido los ronquidos, aunque carezco de referencias directas. Es verdad, que duermo menos, así que lógicamente roncaré menos.
- Aunque duermo menos, sueño más, la mayoría de las veces despierta, con estupendos, meditados y sabrosos cigarrillos. Pero eso es otra historia.
- Los libros, los armarios, los cajones, la cocina, el cesto de la ropa de la plancha, los Cds, en perfecto estado de revista, ordenado meticulosamente e impoluto, porque se trata al fín de no dar tregua a las manos, ni al pensamiento, ni al deseo.
- El carácter: igual de desábrido y alunado que siempre. No he pegado, ni he insultado a nadie, de momento, creo.
- El peso: mantenido. Vigilando de forma constante lo que se come, con alguna que otra trasgresión poco meditada pero de hondo disfrute, con menos vigilia de lo que se bebe, mucha agua y mucho paseo al cuarto de baño.
- El ansia: inmutable.
En resumen: indiscutiblemente, mejor físico y peor ánimo.
Creo que soy más sana y más inféliz que cuándo fumaba.
Pero no hay que desanimarse. Sigo intentando encontrar la manera de emprender cada día con alguna imagen o idea más bien redonda o acalada, liviana, para que la omnipresente memoria del cigarrillo no consiga anular la poca voluntad que me va quedando.
Y entre los numerosos paraguas de colores con los que vamos capeando temporales, anímicos que no meteorológicos:
sigo leyendo.
Una buena referencia: El OCUPANTE.
Novela escrita por Sarah Waters, escritora galesa, más o menos de mi quinta. Apasionante, entretenida, siniestra. Una historia de fantasmas elegante e inteligente.
Totalmente victoriana. Remite directamente a otro de los grandes favoritos de esta locura mía que es Henry James, del que creo que he leído todo lo que se ha editado en castellano.
De lo mejor que se puede comprar en las rebajas del Corte Inglés es esta estupenda y perturbadora novela ( junto con La Copa Dorada del maestro James, por ejemplo).
Hay que ver que cosas se va encontrando una por internet. Podríamos proponerlo a algún gran almacén, a lo mejor conseguíamos que alguién leyera.
Bien, seguiremos buscando paraguas de colores: Bien grandes.
Hasta otro día.
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