martes, 25 de octubre de 2011

Recuerdo

109 + 6 = 115

Nada se pierde; todo lo que uno vio queda con él.
Henri Cartier-Bresson.



Por la noche fuertes aguaceros, la mañana nublada, de vez en cuando chubascos.Franjas de nubes dirigiéndose hacia el Este. Todo el día continuaron los chubascos. Por la noche el cielo completamente limpio, aunque el sol se puso con luz crepuscular.







Parece encauzado el otoño, después de arribar de Coruña,  por fin el cielo se abrió de forma inmisericorde con los cristales. 

Se cumplieron las espectativas, Galicia norteña y crepuscular, marinera, rural  y bizarra.
 Al llegar me he lanzado a releer a Torrente Ballester porque  Manuel Rivas siempre está en la mesilla, presto para momentos fugaces de necesidad lírica.







Parece que empezamos con el fin de la pesadilla.
 La pesadilla que a modo de telón de fondo nos ha acompañado a muchos a lo largo de la vida. Parece que al fin se vislumbra el comienzo de una verdadera convivencia, del fin de la necesidad de silencio, el principio de la tolerancia, de la no discriminación en mi tierra,  para aquellos que creemos en verdad ecuménica y universal y no por eso somos menos vascos que nadie, ni menos demócratas de lo que algunos creen ser.

GORA EUSKADI ASKATUTA.

En uno de los mejores rincones de los recuerdos de mi infancia, que fue tan feliz y tan desgraciada como la de cualquiera, ( me niego a defender que la infancia es feliz) se sitúa a modo de memoria borrosa, alguna de  las imágenes de mi abuelo paterno, euskaldun a ultranza.




El abuelo Modesto se caracterizaba por su tamaño, su capacidad de engullir todo lo que se ponía delante y su gusto por cantar, como buen vasco, cuando se encontraba con buen ánimo o con algo más de vino. Especialmente en las sobremesas, el abuelo cantaba y cantaba en euskera y cantaba versos de Iparraguirre, siempre los mismos.









Así que, como para gran parte de la gente de mi tierra, de mi generación y anteriores, porque después creo que se ha perdido, dentro de la banda sonora de mi infancia, tienen un lugar destacado los versos y las canciones de Jose Maria Iparraguirre Balerdi.



 La más conocida, obviamente es el Gernikako arbola, pero no es la más bella.

Había algunas muy famosas, que formaban parte del final de cualquier reunión o festejo familiar y siempre se entonaban por parte de los participantes con voces alcohólicas y emocionadas.










Los niños de entonces, que nunca hablamos euskera, lamentablemente, (no vamos a entrar otra vez en los motivos), las cantábamos de oído, aprendiendo el texto de memoria, intuyendo únicamente que hablaban de la tierra, de nuestro origen, de nuestro paisaje y ancestros.



Es una de las pocas canciones que de forma inevitable me hacen llorar a moco tendido, es toda mi infancia en una tonada. Siempre, cada vez que la oigo, lloro y lloro.

Que hablaban de todo eso que después otros intentaron robarnos y monopolizar para defender unas ideas de forma indefendible.
 Esto es lo que yo siempre he sentido, no sé si a otras personas de mi generación le ha pasado lo mismo, porque nunca se ha podido hablar de esto, ni ha interesado, pero he vivido siempre convencida y dolida de que los símbolos ancestrales, que también formaban parte de mi identidad y mis orígenes habían sido monopolizados por unos asesinos; que de alguna manera me los habían robado. Probablemente no es cierto, probablemente no es así, pero no puedo evitar haber sentido de esta manera a lo largo de casi toda mi vida.



Esta no es de Iparraguirre, pero es mi nana.

He intentado muchas veces recuperar aquellas canciones, su letras y he intentado varias veces localizar y conocer mejor al bardo Iparraguirre, en general con escasa fortuna, porque creo que ya está olvidado.
Como casi siempre en Internet, he podido conocer algo de la biografía de este hombre que nació en Guipúzcoa, fue carlista, un eterno romántico y uno de los compositores más importantes en euskera, creador de las canciones más populares y más hermosas, con las que muchos crecimos.


Ojalá, ojalá todo se normalice. Si fuera un poco creyente rezaría a cada momento.



Por fin no lo vemos todo negro.

Gracias abuelo Modesto.

Aita eskerrik asko.

Hasta otra.

1 comentario:

pabeledo dijo...

dios que bien escribes!!!,Aunque no sea vasca he pasado un fin de semana muy emocionada pegada a la radio y llorando a moco tendido,por fin vemos la luz,cuanta gente a trabajado en la sombra,y cuanta ha perdido la vida para que esto sea posible,me alegro que hayas disfrutado de mi tierra,por cierto¿has leido Bilbao-New York-Bilbao de Kirmen Uribe, es la mejor novela que he leido este año,ahora voy a intentar conseguirla en gallego porque hay un loco gallego que la a traducido directamente del vasco estudio Filologia Gallega y cuando termino se fue al Pais Vasco y hizo filologia Vasca solo por eso merece la pena leerlo en lengua materna ya que el euskera es para mi una lengua imposible.Hermosas canciones,las que acabo de oir aunque no entienda la letra. Desde la inmensa emocion que siento en este momento un abrazo enorme para ti y para toda la famali a mis otros amigos vascos ya los he felicitado y abrazado,ahora solo nos queda esperar que la mierda de politcos que nos representan esten a la altura y sean capaces de llevar esto a buen puerto