Afortunada,
siempre fui muy afortunada.
Tengo trabajo y de momento un salario, para muchos, para la mayoría absolutamente envidiable, que dicho sea de paso, nadie me regala. Y el convencimiento íntimo, probablemente equivocado, de que no me va a faltar.
Paradójicamente, el sentimiento, sin embargo es aterrador además de vertiginoso y es de "dèjá vu".
Tengo la sensación de haber retrocedido en dos meses, más de treinta años y no por la nostalgia desatada del medio siglo de vivencias.
El país, el ambiente se me asemeja, no sólo por el absolutismo descarado del partido gobernante (justo y necesario....nauseoso) que ha decidido en el más puro estilo Luis XIV, pasarse por el forro de sus menundencias al paisanaje íntegro de este suelo patrio, con total impunidad y total desvergüenza.
No sólo por el ambiente reivindicativo que respira el personal que te cruzas por la calle y que irá probablemente creciendo según el panorama vaya empeorando.
No sólo por las cargas policiales.
No sólo por el silencio en el que van cayendo poco a poco las voces discordantes.
No sólo por el retroceso de mis libertades individuales, como mujer, como ciudadana, como trabajadora...
No sólo por la impunidad en que se mueven los mayores mangantes de la historia.
Cada día, cada mañana, sigo poniendo la radio, algo esperanzada. Pero es inútil, todo sigue algo peor que el día anterior, como una losa, te sobrecarga.
Pero soy afortunada.
Tengo también el convencimiento de que en algún momento no muy lejano, los europeos mandaremos a donde tienen que estar a la banda de descerebrados neoliberales que nos están jodiendo la vida de tan criminal manera.
No tardaremos mucho, en esto confío.
En cuánto nos demos cuenta de que no hay que estigmatizar a los griegos, a los españoles, a los italianos, portugueses, franceses.... sino que lo que no funciona es el sistema.
En caso contrario, pensaremos en emigrar, sentar los reales y dedicarmos a la cría del reno en Laponia, sin ir más lejos, donde al parecer nos quiere mandar el Secretario de Estado correspondiente, del que no me he molestado en retener el nombre.
Pero soy afortunada.
Tengo cierta capacidad de discernimiento, además de ganas de poner bombas en el mejor impulso ácrata, que aún mantengo... porque soy afortunada.
Ganas de prender fuego a la radio, dar un hachazo a la TV y guardar entre algodones los libros y el lector de CDs, que como siempre me sustentan el ánima atribulada.
Soy afortunada porque a pesar de la edad no me siento acomodada ni acomodaticia, porque me está subiendo la rabia, porque quien me busque, me va a encontrar encendida y cabreada.
Soy afortunada y para no perder las buenas formas, vamos a retomar el formato de la entrada:
El poeta:
Fue posible que yo no te supiera
cerca de mí, perdido en las miradas?
Los ojos me dolían de esperar.
Pasaste.
Si apareciendo entonces
me hubieras revelado
el país verdadero en que habitabas!
cerca de mí, perdido en las miradas?
Los ojos me dolían de esperar.
Pasaste.
Si apareciendo entonces
me hubieras revelado
el país verdadero en que habitabas!
Pero pasaste como un Dios destruido. Sola, después,
de lo negro surgia tu mirada.
Jaime Gil de Biedma
LA NOSTALGIA.
Soy tan tan afortunada que mi primer recuerdo de una ópera tiene que ver con el cine.
En 1976, en un cine de Arte y Ensayo de mi Vitoria, tuve la inusual suerte de entrar, no sé porqué y creo que sóla, o al menos yo me recuerdo sóla, a ver la proyección de La flauta mágica, la película que dirigío Ingmar Bergman, adaptando la magia de Mozart.
Inolvidable.
Mi vida cambió a partir de aquel día, en el que aprendí que hay cosas que trascienden tus pequeñas o grandes tribulaciones, que siempre consuelan, que son más esenciales y que siempre funcionan como immensos paraguas de colores.
Sigo llevando la cuenta de mi gran renuncia y mi mayor entuerto: 236 días.
La mar sigue en calma y el bajel en puerto.
Hasta otra